Artículos de interés general

Torreblanca vs. Sandoval: La izquierda en Guerrero
Miguel Angel Granados Chapa
Revista Proceso
19 de agosto 2007

El gobernador Zeferino Torreblanca fue abucheado el jueves 16, durante la inauguración del décimo congreso nacional del PRD, porque algunos de los miembros de ese partido en Guerrero son críticos --o están decepcionados o arrepentidos de haberlo impulsado al Poder Ejecutivo-- de su gestión, que se parece poco a la que cabe esperar de un gobernante de izquierda. Precisamente la reunión perredista se ocuparía, entre otros temas, de establecer o dilucidar la relación del partido con quienes gobiernan tras haber sido postulados por el PRD. Porque en el breve lapso en que esa organización ha llevado candidatos a gobiernos estatales, son más los casos de distancia e indiferencia de esos gobernantes hacia el partido, que los de identificación con sus metas y sus programas. 

Los casos extremos de deslealtad al PRD fueron protagonizados por Antonio Echavarría en Nayarit, que se afilió al PAN y actuó en consonancia con el gobierno de su amigo Vicente Fox, unidos por su común pertenencia a la familia Cocacola; y Ricardo Monreal, quien hace apenas tres semanas coronó su traición al partido que lo llevó a la gubernatura de Zacatecas propiciando con su proselitismo la elección de parientes y amigos postulados por otros partidos. De otro modo faltaron también a la confianza del partido que los impulsó al gobierno Alfonso Sánchez Anaya y Pablo Salazar Mendiguchía. El primero porque el afán de su esposa, María del Carmen Ramí­rez, por sucederlo en la gubernatura de Tlaxcala facilitó la captura de ese gobierno por un priista de buenas a primeras convertido en panista. Y el segundo porque se entrometió en el PRD local, evitó que éste presentara candidaturas que le eran no gratas, y logró que fuera postulado un priista que, a diferencia del propio Salazar Mendiguchí­a, que hizo ese mismo tránsito, sigue siendo anímica y polí­ticamente miembro del tricolor. 

O del PAN. Porque Juan Sabines Guerrero nada quiere ni tiene que ver con el PRD, ni en su estado ni en la dimensión nacional. Al contrario, procura insistentemente bienquistarse con el gobierno federal panista, con su cabeza Felipe Calderón y con su señora esposa. Aunque no ha llegado a los ridículos extremos de adulación que el chiapaneco, el gobernador Torreblanca practica en Guerrero una política que puede ser calificada de cualquier modo, menos de identificada con la izquierda, pese a que ese fue el signo que presidió su elección, en una entidad donde esa corriente histórica ha sido permanente y ferozmente golpeada, y llegaba, según se supuso, a gobernar para actuar de modo opuesto a los gobiernos que encerraron, desterraron y enterraron durante décadas a la militancia popular. 

Amén de las prácticas gubernativas cotidianas, ejercidas por funcionarios ajenos al partido que ganó la elección de gobernador en 2004, que establecen una continuidad aberrante con el priismo presuntamente desplazado por los votos, en Guerrero se derrotó esta semana, de modo simbólico, a la izquierda combativa que con su lucha y sacrificio ensanchó los caminos de la participación ciudadana, por donde transitó el actual gobernador, antes elegido por esos mismos factores alcalde de Acapulco. Como todos los años, la Legislatura local se aprestaba a escoger a quien recibiera, en septiembre, la presea Sentimientos de la Nación que, como su nombre indica, evoca el republicanismo justiciero de Morelos, quien, donde hoy es la capital de Guerrero, convocó y protegió la actuación del primer Congreso de la nueva patria en gestación, el de Anáhuac, el de la América mexicana. Tardíamente, porque ha mucho que debería haberla recibido, la postulación recayó en el doctor Pablo Sandoval Cruz, un patriarca de la movilización popular que hace más de medio siglo ha sido parte de los esfuerzos guerrerenses por la democracia y la justicia. Combatió la gubernatura feroz de Raúl Caballero Aburto, quien fue depuesto, y militó contra émulos de ese dictadorzuelo que por la fuerza llegaron y se asentaron en el cargo. Director de la Escuela Normal Superior y de la escuela de Medicina de la Universidad Autónoma de Guerrero, a cuya fundación concurrió y a cuya rectorí­a fue postulado, en 1986 la Unidad Popular Guerrerense lo hizo su candidato a gobernador, en desigual combate contra José Francisco Ruiz Massieu, miembro entonces de la poderosa familia que terminaría privándolo de la vida. Eje de esa coalición, la Unidad Popular Guerrerense, fue el Partido Socialista Unificado de México, en que militaba el doctor Sandoval Cruz, como antes lo habí­a hecho en el Partido Comunista. Sin embargo, no hubiera sido necesaria su pertenencia a esas organizaciones para que ese médico de pueblo egresado del Instituto Politécnico Nacional empujara o se adhiriera a las causas del movimiento social guerrerense, en todas las cuales ha estado presente, aún ahora, a sus 85 años de edad. 


Por esa condición, por su conciencia alerta, se le propuso para recibir la presea Sentimientos de la Nación. Lo postularon numerosas personas, instituciones y organizaciones, tantas y tan variadas, que pareció inexorable la selección de su nombre. Pero de pronto se enfriaron los ánimos de sus postulantes. Los dos diputados perredistas que dentro de la Legislatura propiciaron su candidatura mudaron su opinión súbita, vergonzosamente. Uno elusivo, irresponsable, simplemente se ausentó de la sesión del jueves pasado. Se llama Ramiro Solorio Almazán. El otro, Ernesto Payán Cortinas, no votó a favor de su propia moción, como tampoco lo hizo ninguno de los 22 legisladores perredistas a los que se suponí­a comprometidos con la elección del militante que, en grado eminente y junto con miles y miles de guerrerenses --muchos de los cuales lo pagaron con su vida--, roturó la vida pública para hacer posibles condiciones que permitieran la elección de esos diputados. Se atribuye al gobernador 

Torreblanca haber disuadido al Congreso de su intención de galardonar a Sandoval Cruz. Uno de los promoventes arrepentidos de su candidatura, Solorio Almazán, habí­a denunciado el martes un intento de que el viejo médico declinara su postulación, actitud que el diputado calificó de "mezquina" y atribuyó al "grupo político del gobernador Torreblanca" (El Sur, 16 de agosto). El legislador debe a sus electores, y al público en general, una explicación de por qué se sumó a esa mezquindad o cómo lo absorbió esa actitud. Para hacer menos obvia y burda la maniobra que impidió honrar de manera formal a un claro símbolo de la lucha social en Guerrero, se llegó al colmo de la simulación. Sin que hubiera sido postulada, sorpresivamente por lo tanto, la presea en cuestión fue asignada a Elena Poniatowska, selección inobjetable en cualquier otra circunstancia. Pero en ésta, ella misma percibió que se le usaba para una intriga inadmisible y rehusó recibir el galardón, ensuciado de tal modo que de apreciable pasó a ser despreciable. La izquierda encarnada por Sandoval Cruz fue simbólicamente desplazada por la que representa Torreblanca. No es una buena noticia.